Piensa por un segundo en tu infancia… Sí, esa época en la que las mochilas eran más grandes que tú, los lápices se perdían misteriosamente y los recreos eran lo más esperado del día. Ahora, rebobina esos recuerdos y seguro aparece alguien con tiza en la mano, mirada paciente y superpoderes para explicarte las fracciones (aunque tú juraras que jamás las ibas a necesitar): un maestro o maestra.
En México, los maestros no solo enseñan, ¡hacen magia! Transforman bostezos matutinos en curiosidad, convierten el “no puedo” en “¡sí pude!” y logran que hasta las matemáticas se vean menos terroríficas. Son guías, motivadores, entrenadores emocionales… y sí, también terapeutas de corazones rotos cuando no pasabas de año.
Pero seamos honestos, ¿cuántas veces les decimos «gracias»? ¿Una vez? ¿Dos? ¿Cuando terminamos la escuela y medio lloramos? ¡Eso no basta! Su esfuerzo es de campeonato mundial, y un detallito puede ser la forma perfecta de aplaudir todo lo que hacen sin tener que darles una ovación de pie (aunque también se vale).
¿Y qué tal un regalo que les llegue directo a casa? Imagina su cara al abrir una cajita con desayuno que diga «Para un profe con flow», un arreglo de dulces con un libro que inspire más que un discurso de película o un kit de papelería con flores tan elegante que hasta da pena usarlo. O mejor aún, una carta escrita con todo el corazón (y buena ortografía, por favor).
Valorar a nuestros maestros es como regar una planta: hace crecer todo lo bueno. Porque sí, detrás de cada logro escolar, cada “lo logré”, y cada «soy astronauta», siempre hubo alguien con paciencia infinita y marcador en mano que creyó en nosotros.
Entonces, cuéntanos: ¿qué regalo divertidamente especial le darías tú a ese maestro que te cambió la vida? 🎁✏️💙
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